Hablar del rol de
las Iglesias Protestantes (Evangélicas)
y Católica, ante la defensa de los derechos humanos de las personas LGBTIQ (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Travestís,
Transgéneros, Transexuales, Intersexuales, Queers, etc) en Nicaragua, me
atrevo a decir (en términos religiosos)
sería casi que suponer una abominación o una reverenda herejía, viviendo en un
país que se supone ¨laico¨ por
mandato constitucional, pero fuertemente influido por ambas confesiones
religiosas en la práctica diaria y en casi todos los ámbitos de esta sociedad aun
extremadamente conservadora.
En innumerables
ocasiones hemos sido testigos de los mensajes y prédicas que sobre el pecado y
los horrores del infierno pesan sobre LGBTIQ según textos bíblicos de muy cuestionable
y variada interpretación (Deuteronomio 22,
Génesis 19, etc).
Sacerdotes, obispos,
monjas, reverendos, pastoras, ministros del evangelio, delegados de la palabra
y hasta cardenales, se han atrevido a condenar a las poblaciones sexualmente
diversas, no solo en Nicaragua sino también en muchos otros países, haciéndose
¨de la vista gorda¨ sobre la extrema
responsabilidad que con sus prédicas y sermones de odio asumen, al promover
ante millones de seguidores, simpatizantes y ante la opinión pública, un
discurso homofóbico cargado de
intolerancia y de muerte.
En esencia, este
discurso ha sido y es proporcionalmente igual, en sentido y práctica, al
discurso y prácticas asesinas extremadamente cargadas de odio e intolerancia de
las que hace gala el denominado ¨Estado Islámico¨ en los países del
Medio Oriente, de quienes mundialmente hemos sido testigos de la brutalidad y
barbarie, con que al mejor estilo del medioevo y el neandertálico, ¨ajustician¨ a hombres presuntamente
homosexuales arrojándoles al vacío desde enormes alturas o bien apedreándoles
hasta morir.
Su Santidad, el
papa Francisco, ha intentado ser un poco conciliador y consecuente con un
discurso ¨gay friendly¨, pero
lamentablemente (del dicho al hecho…)
en la práctica aún no vemos (ni creo se
vea a corto, mediano o largo plazo) cambio alguno en los rígidos cánones,
normativas y prácticas de la Iglesia Católica. Por otro lado (y casi hasta pareciera en ¨consagrada
complicidad¨ con aquella) el Consejo Mundial de Iglesias guarda irrestricto
silencio y respetable distancia sobre el tema, en una aparente involución en su
discurso, alguna vez conciliador y profético (ni qué decir de su brazo regional, el Consejo Latinoamericano de
Iglesias - CLAI, que igual guarda un silencio sepulcral y evita pronunciarse
sobre el tema).
Producto de esta
intolerancia, el doble discurso, y la falta de una estrategia adecuada de
abordaje pastoral, en ambas denominaciones se han cometido errores mayúsculos y
hasta han propiciado crímenes verdaderamente atroces: De todos y todas fue
sabido que el ex nuncio apostólico en República Dominicana (el polaco Jozef Wesolowsky) es un
sacerdote homosexual que sostenía relaciones íntimas con otros hombres. O qué
decir del joven gay que cometió suicidio producto de la intolerancia de su
familia, cuya madre es la directora de una reconocida institución evangélica de
educación teológica de Nicaragua. Obviamente esta familia no supo manejar
adecuadamente la identidad/preferencia/opción sexual de este pobre desgraciado,
quien no vio otra opción más viable que atentar contra su vida al encontrarse
sin salida ante la censura, las vejaciones, los reclamos, el acoso, las
sanciones y las constantes recriminaciones de una familia evangélica
completamente intolerante con su estilo de vida.
Estos hechos son
los que evidencian el triste papel y el doble discurso que la Iglesia Católica
y las Iglesias Evangélicas han manejado sobre el tema. Irrefutables pruebas de
la falta de consecuencia entre el mandato bíblico y una práctica de fe
totalmente ajena y distante con dicho mandato, y las funestas consecuencias que
trae consigo. Se comprende entonces por qué es que muchas personas LGBTIQ no
quieren saber nada de Dios, pues la imagen que se les ha evidenciado desde
ambas confesiones religiosas es la de un Dios estilo ogro o verdugo,
castigador, distante, falto de amor, tirano, completamente intolerante e incomprensible
y dispuesto a enviarles a vivir los horrores del averno a la primera
oportunidad.
La Biblia es, por
el contrario, clara respecto al mensaje
de amor: ¨Amarás a tu prójimo (con todo y
sus preferencias, identidades y prácticas sexuales) como a ti mismo (aunque no
te parezca la idea, Mateo 22:39¨),
palabras consagradas en el texto bíblico por el mismísimo Jesucristo, el hijo
de Dios.
El derecho a tener
tus propias preferencias sexuales, tu propia identidad sexual y/o de género, y
tus propias (y responsables) prácticas
sexuales, son todos, sin dudas derechos humanos de todas las personas (heterosexuales y homosexuales por igual).
En consecuencia, un discurso de amor, de tolerancia y de respeto, tal y como el
hijo de Dios lo mandató, incluye también el respeto a todos los derechos
humanos sin excepción. Si el hijo de Dios fue capaz de igualarse a la
humanidad, haciéndose humano en carne y hueso y por lo tanto asumiendo así
condición de igualdad con el ser humano, al punto de defender a mujeres y a
marginados sociales de su época, qué mejor ejemplo (en discurso y práctica) podemos tener que ese?
Consecuentemente, las
confesiones Protestantes (Evangélicas)
y Católica están obligadas (por mandato
bíblico) a actuar siguiendo el ejemplo del hijo de Dios y a respetar y
proteger los derechos de todo ser humano sin excepción. De la misma manera en
que las Iglesias Protestantes valientemente se han alzado recientemente pro
defensa del aborto terapéutico (en
defensa al derecho a la vida de las mujeres), de igual manera y con igual tesón
las iglesias están llamadas a defender también los derechos de las personas
LGBTIQ.
No podemos caer en
el error de confundir la defensa de los derechos humanos, en un contexto
mundial que cada vez reafirma más la necesidad de defender estos derechos, con cuestionamientos
personales a las creencias religiosas y/o pecaminosas de aquellos seres humanos
que practican algún tipo de vivencia de fe. Una cosa es hablar de la defensa de
los derechos humanos y otra muy distinta es hablar de las creencias
espirituales y/o religiosas de las personas.
El ¨amar al prójimo¨ pasa inequívocamente
por aceptar a las personas tal cuales son, con todas sus virtudes y todos sus
defectos y, en consecuencia, el discurso y la práctica de las Iglesias Católica
y Protestantes y su responsabilidad en la defensa de los derechos humanos debe
ser uno de sus roles fundamentales, porque hablar de la defensa de los derechos
humanos de hombres y mujeres es también evidencia de ese amor al prójimo y, en
consecuencia, también es evidencia del amor a Dios.
Jesús defendió los
derechos de las personas y, por sobre todos ellos, el derecho a la vida.
Tenemos sobrada evidencia en las Sagradas Escrituras: la historia de la hija de
Jairo (Marcos 5:21, el derecho a la vida
es uno de los ejes transversales de esta historia) y el caso de la mujer
con flujo de sangre que según el texto bíblico, se atrevió a tocar el manto de
Jesús porque sabía que si lo hacía sería curada (y con ello garantizaría la continuación de su existencia); otro
ejemplo claro es el de la resurrección de Lázaro (Juan 11, nuevamente el derecho a la vida es puesto en primer plano)
y también el ejemplo de la mujer pecadora a quien escribas y fariseos
procuraban apedrear (Juan 7:53, 8:11 donde
de nuevo el hijo de Dios en defensa del derecho a la vida), y finalmente el
caso del siervo del centurión romano, quien sabiéndose indigno, se acercó a
Jesús para pedirle que resucitara a aquel (Mateo
8:5-13, nuevamente el derecho a la vida es reclamado), entre otros muchos ejemplos
que podemos citar.
¨Dad a César lo que es de César y a Dios lo
que es de Dios¨ (Lucas 20:25),
con lo cual define claramente el respetar el espacio de lo humano y lo divino
en toda su acepción, estableciendo claramente una responsabilidad hacia los
hombres y hacia Dios según el ámbito de cada quien. Por lo tanto, así como las
iglesias tiene un compromiso con Dios y la causa de su reino, también lo tienen
para con la humanidad en virtud de ser esta la beneficiaria del reino de Dios,
y eso es una responsabilidad ineludible.
Por eso hablar del
¨amor al prójimo¨ sin asumir la
defensa de todos sus derechos (y no solo
de aquellos que les conviene defender) es a fin de cuentas dejar de asumir
un doble discurso, hueco y totalmente falto de validez y credibilidad, carente
de toda congruencia con el mandato divino y con su verdadera razón de ser. Hoy
en día cualquier grupo se hace llamar ¨iglesia¨
pero, a la luz de la Biblia, solo aquella que realmente está dispuesta a asumir
la defensa de los pobres, los excluidos, los desposeídos, los marginados, los
discriminados, los que corren peligro, sea cuales fueren las consecuencias de
asumir la defensa de esos derechos, es realmente digna de llamarse ¨la Iglesia de Dios¨.
Confesiones
cuasi-religiosas que viven y practican un discurso ¨light¨ acomodado a las circunstancias favorables y a los vaivenes
de la conveniencia, sin asumir los retos de la defensa de los derechos humanos
y las consecuencias derivadas de ello, no pasan de ser meros clubes
neo-expiatorios acomodados a una fe muerta y carente totalmente de sentido
espiritual, ajustada a la burbuja en la que cómodamente viven al margen de los
demás, sin amar a nadie más que a sus templos, sus liturgias y rituales, pero
totalmente sin rol profético y sin Dios.
Managua, sábado 5
de septiembre de 2015.
Ref.
Bibliográficas:
Biblia, Reina
Valera 1960
Biblia, Reina
Valera Gómez 2010
La Biblia de las
Américas
La Nueva Biblia de
los Hispanos
Reina Valera 1909
Biblia Jubileo 2000
Reina Valera 1569
King James Biblie
English Revised Version
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