martes, 8 de septiembre de 2015

Del doble discurso a la verdadera práctica de la fe: Las Iglesias Católica y Protestantes y su responsabilidad en la defensa de los derechos humanos de LGBTIQ



Hablar del rol de las Iglesias Protestantes (Evangélicas) y Católica, ante la defensa de los derechos humanos de las personas LGBTIQ (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Travestís, Transgéneros, Transexuales, Intersexuales, Queers, etc) en Nicaragua, me atrevo a decir (en términos religiosos) sería casi que suponer una abominación o una reverenda herejía, viviendo en un país que se supone ¨laico¨ por mandato constitucional, pero fuertemente influido por ambas confesiones religiosas en la práctica diaria y en casi todos los ámbitos de esta sociedad aun extremadamente conservadora.

En innumerables ocasiones hemos sido testigos de los mensajes y prédicas que sobre el pecado y los horrores del infierno pesan sobre LGBTIQ según textos bíblicos de muy cuestionable y variada interpretación (Deuteronomio 22, Génesis 19, etc).

Sacerdotes, obispos, monjas, reverendos, pastoras, ministros del evangelio, delegados de la palabra y hasta cardenales, se han atrevido a condenar a las poblaciones sexualmente diversas, no solo en Nicaragua sino también en muchos otros países, haciéndose ¨de la vista gorda¨ sobre la extrema responsabilidad que con sus prédicas y sermones de odio asumen, al promover ante millones de seguidores, simpatizantes y ante la opinión pública, un discurso homofóbico  cargado de intolerancia y de muerte.

En esencia, este discurso ha sido y es proporcionalmente igual, en sentido y práctica, al discurso y prácticas asesinas extremadamente cargadas de odio e intolerancia de las que hace gala el denominado ¨Estado Islámico¨ en los países del Medio Oriente, de quienes mundialmente hemos sido testigos de la brutalidad y barbarie, con que al mejor estilo del medioevo y el neandertálico, ¨ajustician¨ a hombres presuntamente homosexuales arrojándoles al vacío desde enormes alturas o bien apedreándoles hasta morir.

Su Santidad, el papa Francisco, ha intentado ser un poco conciliador y consecuente con un discurso ¨gay friendly¨, pero lamentablemente (del dicho al hecho…) en la práctica aún no vemos (ni creo se vea a corto, mediano o largo plazo) cambio alguno en los rígidos cánones, normativas y prácticas de la Iglesia Católica. Por otro lado (y casi hasta pareciera en ¨consagrada complicidad¨ con aquella) el Consejo Mundial de Iglesias guarda irrestricto silencio y respetable distancia sobre el tema, en una aparente involución en su discurso, alguna vez conciliador y profético (ni qué decir de su brazo regional, el Consejo Latinoamericano de Iglesias - CLAI, que igual guarda un silencio sepulcral y evita pronunciarse sobre el tema).

 Producto de esta intolerancia, el doble discurso, y la falta de una estrategia adecuada de abordaje pastoral, en ambas denominaciones se han cometido errores mayúsculos y hasta han propiciado crímenes verdaderamente atroces: De todos y todas fue sabido que el ex nuncio apostólico en República Dominicana (el polaco Jozef Wesolowsky) es un sacerdote homosexual que sostenía relaciones íntimas con otros hombres. O qué decir del joven gay que cometió suicidio producto de la intolerancia de su familia, cuya madre es la directora de una reconocida institución evangélica de educación teológica de Nicaragua. Obviamente esta familia no supo manejar adecuadamente la identidad/preferencia/opción sexual de este pobre desgraciado, quien no vio otra opción más viable que atentar contra su vida al encontrarse sin salida ante la censura, las vejaciones, los reclamos, el acoso, las sanciones y las constantes recriminaciones de una familia evangélica completamente intolerante con su estilo de vida.

Estos hechos son los que evidencian el triste papel y el doble discurso que la Iglesia Católica y las Iglesias Evangélicas han manejado sobre el tema. Irrefutables pruebas de la falta de consecuencia entre el mandato bíblico y una práctica de fe totalmente ajena y distante con dicho mandato, y las funestas consecuencias que trae consigo. Se comprende entonces por qué es que muchas personas LGBTIQ no quieren saber nada de Dios, pues la imagen que se les ha evidenciado desde ambas confesiones religiosas es la de un Dios estilo ogro o verdugo, castigador, distante, falto de amor, tirano, completamente intolerante e incomprensible y dispuesto a enviarles a vivir los horrores del averno a la primera oportunidad.

La Biblia es, por el contrario, clara  respecto al mensaje de amor: ¨Amarás a tu prójimo (con todo y sus preferencias, identidades y prácticas sexuales) como a ti mismo (aunque no te parezca la idea, Mateo 22:39¨), palabras consagradas en el texto bíblico por el mismísimo Jesucristo, el hijo de Dios.

El derecho a tener tus propias preferencias sexuales, tu propia identidad sexual y/o de género, y tus propias (y responsables) prácticas sexuales, son todos, sin dudas derechos humanos de todas las personas (heterosexuales y homosexuales por igual). En consecuencia, un discurso de amor, de tolerancia y de respeto, tal y como el hijo de Dios lo mandató, incluye también el respeto a todos los derechos humanos sin excepción. Si el hijo de Dios fue capaz de igualarse a la humanidad, haciéndose humano en carne y hueso y por lo tanto asumiendo así condición de igualdad con el ser humano, al punto de defender a mujeres y a marginados sociales de su época, qué mejor ejemplo (en discurso y práctica) podemos tener que ese?

Consecuentemente, las confesiones Protestantes (Evangélicas) y Católica están obligadas (por mandato bíblico) a actuar siguiendo el ejemplo del hijo de Dios y a respetar y proteger los derechos de todo ser humano sin excepción. De la misma manera en que las Iglesias Protestantes valientemente se han alzado recientemente pro defensa del aborto terapéutico (en defensa al derecho a la vida de las mujeres), de igual manera y con igual tesón las iglesias están llamadas a defender también los derechos de las personas LGBTIQ.

No podemos caer en el error de confundir la defensa de los derechos humanos, en un contexto mundial que cada vez reafirma más la necesidad de defender estos derechos, con cuestionamientos personales a las creencias religiosas y/o pecaminosas de aquellos seres humanos que practican algún tipo de vivencia de fe. Una cosa es hablar de la defensa de los derechos humanos y otra muy distinta es hablar de las creencias espirituales y/o religiosas de las personas.

El ¨amar al prójimo¨ pasa inequívocamente por aceptar a las personas tal cuales son, con todas sus virtudes y todos sus defectos y, en consecuencia, el discurso y la práctica de las Iglesias Católica y Protestantes y su responsabilidad en la defensa de los derechos humanos debe ser uno de sus roles fundamentales, porque hablar de la defensa de los derechos humanos de hombres y mujeres es también evidencia de ese amor al prójimo y, en consecuencia, también es evidencia del amor a Dios.

Jesús defendió los derechos de las personas y, por sobre todos ellos, el derecho a la vida. Tenemos sobrada evidencia en las Sagradas Escrituras: la historia de la hija de Jairo (Marcos 5:21, el derecho a la vida es uno de los ejes transversales de esta historia) y el caso de la mujer con flujo de sangre que según el texto bíblico, se atrevió a tocar el manto de Jesús porque sabía que si lo hacía sería curada (y con ello garantizaría la continuación de su existencia); otro ejemplo claro es el de la resurrección de Lázaro (Juan 11, nuevamente el derecho a la vida es puesto en primer plano) y también el ejemplo de la mujer pecadora a quien escribas y fariseos procuraban apedrear (Juan 7:53, 8:11 donde de nuevo el hijo de Dios en defensa del derecho a la vida), y finalmente el caso del siervo del centurión romano, quien sabiéndose indigno, se acercó a Jesús para pedirle que resucitara a aquel (Mateo 8:5-13, nuevamente el derecho a la vida es reclamado), entre otros muchos ejemplos que podemos citar.

¨Dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios¨ (Lucas 20:25), con lo cual define claramente el respetar el espacio de lo humano y lo divino en toda su acepción, estableciendo claramente una responsabilidad hacia los hombres y hacia Dios según el ámbito de cada quien. Por lo tanto, así como las iglesias tiene un compromiso con Dios y la causa de su reino, también lo tienen para con la humanidad en virtud de ser esta la beneficiaria del reino de Dios, y eso es  una responsabilidad ineludible.

Por eso hablar del ¨amor al prójimo¨ sin asumir la defensa de todos sus derechos (y no solo de aquellos que les conviene defender) es a fin de cuentas dejar de asumir un doble discurso, hueco y totalmente falto de validez y credibilidad, carente de toda congruencia con el mandato divino y con su verdadera razón de ser. Hoy en día cualquier grupo se hace llamar ¨iglesia¨ pero, a la luz de la Biblia, solo aquella que realmente está dispuesta a asumir la defensa de los pobres, los excluidos, los desposeídos, los marginados, los discriminados, los que corren peligro, sea cuales fueren las consecuencias de asumir la defensa de esos derechos, es realmente digna de llamarse ¨la Iglesia de Dios¨.

Confesiones cuasi-religiosas que viven y practican un discurso ¨light¨ acomodado a las circunstancias favorables y a los vaivenes de la conveniencia, sin asumir los retos de la defensa de los derechos humanos y las consecuencias derivadas de ello, no pasan de ser meros clubes neo-expiatorios acomodados a una fe muerta y carente totalmente de sentido espiritual, ajustada a la burbuja en la que cómodamente viven al margen de los demás, sin amar a nadie más que a sus templos, sus liturgias y rituales, pero totalmente sin rol profético y sin Dios.

Managua, sábado 5 de septiembre de 2015.


Ref. Bibliográficas:
Biblia, Reina Valera 1960
Biblia, Reina Valera Gómez 2010
La Biblia de las Américas
La Nueva Biblia de los Hispanos
Reina Valera 1909
Biblia Jubileo 2000
Reina Valera 1569
King James Biblie
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